Primero fue “El Molino” y luego “El Establecimiento”. Eso hasta 1915, cuando se le nombró “Sewell” en honor a Barton Sewell, ex presidente y socio fundador de la Braden Copper Company, que recientemente había fallecido en Nueva York y había sido fundamental en la construcción de la ciudad.

Para entender la historia de Sewell hay que remontarse a tiempos pre-hispánicos, cuando los indígenas obtenían cobre para fabricar joyas, utensilios domésticos y artefactos de caza. Después, durante los siglos XV, XVI y XVII, los españoles extrajeron cobre, que exportaron como materia prima de armamentos. Pero no fue hasta 1760, cuando esta mina, conocida hasta ese entonces como “La Fortuna”, pasó a ser denominada “El Teniente”, gracias al descubrimiento de un militar español, que huyendo de la justicia y tratando de llegar a Argentina, se refugió en una cavidad con valiosas vetas de este mineral.

Más tarde, en 1897, Enrique Concha y Toro y Carlos Irarrázaval, dueños de la mina, encargaron un estudio que los llevó al convencimiento de que su explotación necesitaba grandes capitales, por lo que contactaron al ingeniero italiano Marco Chiapponi, a quien le encargaron buscar inversionistas extranjeros que pudieren adquirir el yacimiento.

Fue así como Chiapponi se contactó con su amigo norteamericano, el ingeniero de minas William Braden, logrando que éste viniera al país a comienzos de 1904.

Años después, Braden se asocia con E.W. Nasch y con Barton Sewell, con quienes el 8 de octubre de 1904, crean la “Braden Copper Company”. Posteriormente, ell 29 de abril de 1905, un decreto del Ministerio de Hacienda autorizó la instalación en Chile de la empresa norteamericana como encargada de explotar el yacimiento El Teniente, que permanecía abandonado desde fines del siglo XIX.

De este modo, en la ladera del Cerro Negro, en plena Cordillera de los Andes, justo frente a Rancagua y a más de 2.100 metros de altura, se construyó a partir de 1904, el pueblo minero Sewell, que albergó a mineros y empleados que trabajaron en la que es hasta la actualidad, la mina subterránea más grande del mundo.

El emplazamiento de Sewell en este lugar obedeció a la decisión de Braden de ubicar allí el molino. Al comienzo no fue más que un pequeño campamento ubicado en la ladera más próxima a la mina, que contaba con una pequeña planta hidroeléctrica, andariveles para transportar cobre y una fundición.



Sin embargo, a partir de 1915, cuando recibió el nombre de Sewell, comenzó a crecer gracias a una planificación urbana diseñada en Nueva York, con una escalera central, desde donde provenían escaleras secundarias, característica que le valió el nombre de la “Ciudad de las Escaleras”.

Esto se vio más fortalecido aún con la construcción del tren que la unía con Rancagua y gracias al aumento de la demanda de cobre desde el extranjero a causa de la Primera Guerra Mundial. Fue así que se construyeron más de cien edificios multicolores que alojaban a los mineros que vivían en camarotes para solteros y otros para casados y a los técnicos estadounidenses y sus familias, que se ubicaban en los chalets del “Barrio Americano”.

Y aunque el ferrocarril ya no existe, nuestro recorrido comenzó en la estación de trenes de Rancagua, donde una van de la empresa VTS Enjoy Travel nos condujo por los 61 kilómetros que separan esta ciudad de Sewell. Así, mientras nos internábamos en la cordillera, pudimos ver la Fundición de Caletones, que parece un juguete en medio de la grandeza de la montaña.

Hicimos una primera parada en la mina El Teniente para conocer sus instalaciones y parte de sus más de 2500 kilómetros de túneles, que parecen una enorme ciudad subterránea, para luego almorzar en el casino de los trabajadores, como uno más de ellos (Ojo que ahora el almuerzo se realiza en un restorán de Rancagua).

La visión de los norteamericanos, que quisieron dar todas las comodidades a sus trabajadores, dotó a la ciudad de un hospital, que durante mucho tiempo fue el más moderno de Sudamérica y al que llegaron las primeras incubadoras y se hicieron los primeros trasplantes de riñón del país. También establecieron una Compañía de Bomberos, un gimnasio, varios clubes sociales, un cine que estrenaba películas incluso antes que en Santiago, tres escuelas industriales, una iglesia, la primera brigada de Boy Scouts del país, y una piscina temperada.

Ya en Sewell, comienza el recorrido a través de escaleras, donde se puede visitar el hospital, el único edificio construido en hormigón (todos los demás edificios son de madera). También se puede entrar a la iglesia y el teatro, entre otras construcciones. Pero uno de los lugares que más me sorprendió fue la primera cancha de bowling que se construyó en Chile, uno de los pasatiempos favoritos de los sewellinos, donde se jugó el primer Campeonato Nacional en 1963.

Todas estas características hicieron de Sewell una ciudad muy particular para la época. La educación, la salud y la vivienda eran gratuitas. La sociedad estaba dividida en estratos sociales: los directivos y jefes superiores conformaban el rol A; los empleados y administrativos conformaban un rol inferior (rol B) y finalmente, los obreros eran la última y más gruesa parte de la pirámide (rol C). Cada uno vivía en viviendas y sectores distintos dentro de la ciudad.

Así, por ejemplo, los “gringos” recibían su sueldo en dólares, vivían en un sector exclusivo llamado Población Americana (actualmente está destruida, ya que demolieron esas casas para no pagar impuestos después que se dejara de ocupar como lugar de residencia). También tenían el club social Teniente Club, como una escuela exclusiva y reservada sólo para ellos. Asimismo, los norteamericanos tenían agua caliente durante todos los días y a toda hora, mientras que los obreros sólo podían ducharse con agua caliente los días lunes, miércoles y viernes.



Por otra parte, la población vivía con normas establecidas por el Departamento de Bienestar Social, que velaban por el orden general e imponían la ley seca. No obstante, uno de los personajes típicos era el “guachuchero”, vendedor clandestino de alcohol, el que trasladaba dentro de bolsas de cuero.

Entre los particulares edificios de 4 o 5 pisos, construidos con roble americano, llama la atención el edificio de los solteros, conocido como “las camas calientes” y que a diferencia de los muchos pueden pensar, tiene este apodo ya que cada pieza hospedaba más obreros que camas, por lo que cuando uno llegaba a dormir, empezaba el turno del otro con quien compartía la cama que no alcanzaba a enfriarse.

La policía estaba encargada de resguardar la moral y las parejas que eran sorprendidas juntas eran consultadas por sus intenciones de casarse. Si decían que no, el minero podía perder su trabajo, por lo que la mayoría respondía que sí, tras lo que policía les daba día y hora para su matrimonio en la iglesia de Sewell.

La armonía de la ciudad era sólo interrumpida por los conflictos y accidentes laborales. El 19 de junio de 1945, “La Tragedia del Humo” fue el accidente más grave de la historia de la minería chilena, en la que más de 355 trabajadores murieron asfixiados producto de las emanaciones de monóxido de carbono del incendio de una fragua situada en uno de los portales de acceso a la mina.

En los 60, la ciudad alcanzó su máximo esplendor, llegando a tener más de 15.000 habitantes en una superficie de 175 mil metros cuadrados construidos. Sin embargo, en 1967, cuando comenzó la chilenización del cobre, el Gobierno compró gran parte de la Braden Copper Company y empezó la “Operación Valle”, que consistió en trasladar a sus habitantes a Rancagua, ya que el Estado no podía asumir los elevados gastos del campamento.

Lentamente, Sewell comenzó a ser despoblada, gracias a la construcción de la Carretera del Cobre, lo que se vio acentuado con el término del ferrocarril en 1976. Desde aquel entonces, la otrora pujante, acogedora y vivaz ciudad de montaña, comenzó a dar evidentes muestras de abandono y destrucción.

Ante la rápida e inminente desaparición de Sewell, se levantaron voces que clamaban por lo que estimaban la pérdida de un patrimonio con un valor incalculable. Del poblado original, hoy permanecen en pie unos 50 edificios originales, pues gran parte fue desmantelado y demolido a principios de los años 1980. Sewell en la actualidad, es propiedad de la División El Teniente de Codelco, empresa estatal que se encarga del mantenimiento y de las visitas turísticas.

Sabías que en agosto de 1998, Sewell fue declarado monumento nacional y, más tarde, en julio del año 2006, como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, destacándose por ser un ejemplo de las ciudades industriales de principios del siglo XX.

El tour termina en la Plaza Morgan, punto de encuentro de la ciudad, donde se reunían adultos y niños, y que en el año 2000 fue restaurada como parte de un Plan de Conservación. Aquí se encuentra el edificio de la Escuela Industrial que hoy alberga el Museo de la Gran Minería del Cobre.

En su interior puede conocerse la importancia histórica, social y económica que la industria del cobre tuvo para Sewell en su época de apogeo, a través de fotografías, documentos, mapas, minerales e instrumentos, entre otras piezas, tales como ilustraciones de Lukas, famoso ilustrador, que trabajó para la revista institucional de El Teniente en la década del 60.

Descubre Sewell, la antigua ciudad minera de la Cordillera de los Andes que fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

Y es que esta increíble ciudad, enclavada en medio de la cordillera, con toda su riqueza cultural, arquitectónica e histórica, tiene razones más que suficientes para conocerla. Subir y bajar sus escaleras es como retroceder en el tiempo, escenario más espectacular si se visita en invierno y la nieve cubre los tejados de sus coloridos edificios.

Así que si quieres conocerla, empieza a planificar tu visita, porque de seguro, no te arrepentirás. VTS Enjoy Travel organiza tours a Sewell desde Santiago y Rancagua. A continuación, podrás encontrar más información de los días, horarios y valores de los programas.

MAPA

CLIMA

El clima en Sewell es “templado cálido con estación seca prolongada”, es decir, un clima mediterráneo. Por lo tanto, las estaciones del año son muy marcadas, con veranos sumamente calurosos y secos, e inviernos lluviosos y con abundante nieve. Las precipitaciones se concentran en los meses de junio, julio y agosto.

En mi caso la visita la realicé a principios de mayo, cuando todavía el Sol pega algo fuerte, por lo que recomiendo llevar unas gafas de sol y sombrero para protegerte. Por cierto, debes considerar también que al estar en medio de la cordillera, el que haya Sol no significa necesariamente que haga calor, por lo que es preferible que te acompañes de algún tipo de abrigo, sobre todo para la hora de regreso.

Por otra parte, también he recibido comentarios de que visitar Sewell en invierno es una maravilla. En este caso, considera todo lo necesario para encontrarte con mucho frío y nieve.

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