Desde que pensé en incluir Ucrania en nuestra ruta por Europa, siempre estuvo en mis planes hacer el tour a Chernobyl. Más aún cuando vi las fotos de mi amigo Bogdan en su Facebook, contando de su visita a la zona de la accidentada planta nuclear.

Es así que finalmente en Kiev, decidimos hacer el tour. El problema es que no contábamos con que debido a la alta demanda, los cupos que ofrecen las agencias se agotan rápido y las fechas disponibles eran para una semana después, es decir, cuando ya estuviéramos a cientos kilómetros de Ucrania.

No obstante, esta adversidad no me la iba a ganar, así que buscando y buscando en internet, di con Chernobyl Travel, una agencia que aunque nos ofrecía el tour un poco más caro, era la única alternativa que teníamos para no quedarnos sin conocer uno de los lugares más inhóspitos del planeta. Así que previo pago de un adelanto, quedamos inscritos y nos dieron las primeras instrucciones: vestir pantalones (no shorts), camisa o polera de manga larga y zapatos cómodos cerrados.

Pues bien, el punto de encuentro para comenzar la excursión fue a las 9 de la mañana, en la avenida Vladimirskaya, justo enfrente al edificio rojo de la Universidad de Shevchenko. Mientras el cielo amenazaba y caían algunas gotas, una van nos esperaba para partir junto a un turista inglés, el chofer y Andrey, el encargado de la agencia. ¡El tour no podía ser más personalizado!

Chernobyl se encuentra unos 130 kilómetros al noroeste de la capital de Ucrania. En el trayecto pasamos a buscar a Ina, nuestra guía para el viaje y nos detuvimos en una bomba de bencina para cargar petróleo y aprovechar de comprarnos un café.

El camino a Chernobyl está lleno de bosques, los que bajo las oscuras nubes tomaban colores algo más desoladores. Mientras tanto, Ina nos iba contando la historia del accidente y nos repetía las reglas para entrar a Chernobyl, las que paso a enumerarles, porque de verdad hay algunas extremadamente obvias e insólitas:

  • Llevar cualquier tipo de arma
  • Beber alcohol o consumir drogas
  • Provocar incendios
  • Tocar cualquier estructura o vegetación
  • Entrar en los edificios de la zona de Chernobyl
  • Sentarse o colocar el equipo de fotos y video en el suelo, usar un dron. Si están permitidos los trípodes
  • Tomar objetos de la zona
  • Violar el código de vestimenta (no hay que vestir con zapatos abiertos, pantalones cortos, faldas)
  • Llevarse plantas o semillas de la zona de exclusión
  • Traer y sacar cualquier animal (perros, gatos, etc.)
  • Beber agua de pozos, ríos y otras fuentes de agua abiertas. Está permitido usar agua solo del sistema de suministro de agua de Chernobyl o agua de las tiendas.

Acto seguido, tuvimos que firmar el reglamento y entregar nuestros pasaportes para pasar el primer control de Ditiatki, la zona de exclusión de 30 kilómetros. Mientras un soldado ucraniano revisaba los datos, me acerqué a un puesto donde vendían todo tipo de souvenirs relacionados con Chernobyl, desde máscaras de gas e imitaciones de trajes para la radiación, hasta lápices y tazones con imágenes de la central.

 Chernobyl Travel / Teléfono: +38-099-669-00-27
Partida: 7:30 horas / Regreso a Kiev: 19:00 a 19:30 horas
Tour de 1 día: 89€ o 2500 UAH / Tour de 2 días: 249€ o 7200 UAH / Para reservar cualquiera de los tours, se debe anticipar un 25%. La diferencia se paga al abordar el tour.
 http://chernobyltravel.net

 CHERNOBYL

Pasado este punto, entramos en el pueblo de Chernobyl, que por cierto, es uno de los asentamientos más antiguos de Ucrania, fundado por allá en el siglo XII. Hoy está prácticamente abandonado. Y es que la tierra está muy contaminada con radiación, por lo que cualquier actividad en la zona está legalmente prohibida. La única excepción oficialmente reconocida fue el funcionamiento de la central nuclear hasta el año 2000 y las instalaciones científicas relacionadas con los estudios para la seguridad nuclear.

Sin embargo, unas 140 personas conforman lo que se conoce como el “Samosely”: la última generación de esta próspera comunidad. Muchos de ellos son mayores y volvieron de forma clandestina a sus hogares a pesar de la advertencia que les hizo el gobierno ucraniano.

Paramos frente a una escultura de Lenin que estaba antes del accidente. Debe ser de las pocas, sino la única que se conserva en toda la ex Unión Soviética. Hay que recordar que la central nuclear de Chernobyl se llamaba Vladimir Ilich Lenin.

Un poco más allá la iglesia ortodoxa San Elías de Chernobyl es custodiada por una mujer que nos pide una limosna para colaborar con su mantención. Es extraño ver a gente viviendo en la zona, pese a todas las advertencias de contaminación por radioactividad.

Luego nos detuvimos junto al monumento a los bomberos que lucharon contra el fuego del reactor 4 aquel 26 de abril de 1986. La mayoría murió al cabo de un par de días por las altas dosis de radiación que recibieron.

También visitamos el museo donde están los robots que se utilizaron en un primer momento para limpiar los desechos radioactivos desde el techo del reactor, máquinas que quedaron inservibles a poco andar debido a los altos índices de contaminación, por lo que fueron reemplazados por los célebres “bio-robots”, humanos que trabajaron durante una semana arrojando desechos desde lo que quedaba del tejado.

Protegidos con improvisadas corazas de plomo, que pesaban unos 30 kilos, cada grupo de “bio-robots” salía a la azotea y arrojaba paladas de restos contaminados al fondo del reactor en una labor que duraba solo unos segundos. Y es que los niveles de radiación en el edificio del reactor eran de 20.000 roentgens por hora. Una dosis letal es de alrededor de 100 roentgens por hora. Aún así, más de 3.000 personas, sobre todo soldados, realizaron la mortal tarea. Se cree que un 50% de ese grupo particular de “liquidadores” ya falleció y que el resto, presenta daños irreversibles en su salud.

Sabías que el coraje de estas personas evitó una catástrofe todavía mayor y su labor fue posteriormente reconocida por el gobierno de la ex Unión Soviética, siendo condecorados con una medalla.



 RADAR DUGA 3

Tras pasar el control de los 10 kilómetros de zona de exclusión, fuimos al misterioso radar Duga 3, un gigantesco transmisor y receptor de 800 metros de largo por aproximadamente 100 de alto, que emitía una señal constante que se escuchaba como golpes suaves e intermitentes sobre una superficie de madera, razón por la cual se le apodó el “pájaro carpintero”.

Muchos de los países que recibían la señal se quejaron a la entonces Unión Soviética, ya que de repente, vieron su banda de radio de 10Hz ocupada por este sonido, perjudicando a emisoras locales, radioaficionados y hasta vuelos comerciales. En paralelo, surgieron algunas teorías de conspiración como que se trataba de un sistema secreto soviético de “control mental” o “control del tiempo”.

Claro, el secretismo alrededor de esta construcción incluso provocó el rumor de que éste fue la verdadera causa del desastre de Chernobyl. Se dice que este radar erigido para detectar los misiles estadounidenses durante la Guerra Fría, nunca funcionó como debía y que como una forma de ocultar el escándalo de esta millonaria inversión y proteger a los involucrados en su construcción, el accidente en la planta nuclear fue provocado como un manto de humo, ya que la malversación de fondos en la Unión Soviética era castigada con la pena de muerte.

Mito o realidad, da igual. Resulta impactante pararse bajo esta enorme estructura oxidada con el paso de los años. Un halo de misterio lo rodea, al igual que el enorme búnker y sala de control de más de un kilómetro que se encuentra a sus pies, del cual es posible ver los pisos superiores, ya que los que están bajo la tierra y que pueden soportar un ataque nuclear no pueden visitarse. Aquí llaman la atención los dibujos de misiles e instrucciones que pareciesen haber sido hechos por niños en el colegio, pese a que se trataba de un lugar donde se manejaba lo último en tecnología.

Conoce la ciudad fantasma de Pripyat y comprueba los estragos que provocó el accidente nuclear de Chernobyl.

 CENTRAL NUCLEAR DE CHERNOBYL

De nuevo en la van, nos dirigimos hacia la central nuclear y su fatídico reactor 4, el que la madrugada del 26 de abril de 1986, durante una prueba de simulación de corte de suministro eléctrico, produjo un aumento súbito de su potencia y un sobrecalentamiento del núcleo, lo que terminó provocando la explosión del hidrógeno acumulado en su interior.

La cantidad de materiales radiactivos que se liberaron fue de unas 500 veces mayor que el liberado por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945, lo que causó la muerte directa de 31 personas. No obstante, la cantidad de decesos provocados desde entonces por trastornos genéticos, malformaciones de órganos internos y cáncer como consecuencia de la radiación es incierta. Según algunos cálculos, la cifra llegaría a los 500 mil.

En ese momento, el secretismo de la Unión Soviética provocó que la nube nuclear cruzara toda Europa. Fue Suecia que, un día después, se percató del desastre al registrar en sus pluviómetros lluvia radiactiva.

Tras el accidente y la posterior evacuación, se construyó un sarcófago sobre el reactor destruido para proteger el exterior de sus radiaciones. Sin embargo, con el paso del tiempo, éste se fue degradando por el efecto de la radiación, el calor y la corrosión, hasta el punto de existir un grave riesgo de derrumbe de la estructura, lo que podía provocar un nuevo desastre.

En noviembre de 2016, treinta años después de la tragedia, se inauguró un nuevo sarcófago en forma de arco, el que tiene 110 metros de alto, 150 de ancho y 256 de largo y pesa más de 30 mil toneladas. Se construyó a 180 metros del reactor y luego se ubicó sobre él mediante un sofisticado sistema de rieles, lo que lo convierte en la estructura móvil más grande del mundo. Se estima que tendrá una duración de más de cien años.

Aquí, mientras tomaba fotos de la central y el sarcófago, Ina me advirtió que estaban prohibidas, cosa que me pareció extraña, porque poco más allá nos volvimos a detener en el monumento a los “liquidadores” de Chernobyl, el que al ser fotografiado, tenía de fondo nada menos que el enorme sarcófago.

También paramos en el puente sobre el canal que alimentaba de agua a la planta, donde algunos aseguran haber visto enormes peces mutantes, lo que a mi juicio no puede ser más alejado de la realidad, ya que a falta de depredadores naturales y del hombre, los peces han retomado su crecimiento normal. Un pequeño zorro que apareció junto a nosotros pareció confirmar mi tesis. La flora y la fauna en la zona ha ido, poco a poco, retomando su lugar.

Ya cerca de las 2 fuimos a las instalaciones cerca del reactor a comer en el mismo lugar donde lo hacen los trabajadores que laboran en la planta. Nuevas y cuidadas instrucciones para lavarse las manos antes de almorzar una de las comidas más malas que he probado en mi vida: una sopa de betarraga y rábano, un mazamorriento arroz blanco sin sabor a nada acompañado de una especie de escalopa de pollo desaliñada, y un jugo de esos en polvo. Y como si fuera poco, para aderezar en algo el desabrido plato, una incomible mostaza con sabor a remedio… ¡guácala!

Sabías que el costo del nuevo sarcófago fue de 1.500 millones de euros, financiados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo y la colaboración de 28 países.



 PRIPYAT

En fin, algo había que comer antes de visitar el plato fuerte del tour, la ciudad de Pripyat. Fundada el 4 de febrero de 1970 para dar hogar a los trabajadores de la central nuclear y sus familiares, contaba con unos 50 mil habitantes al momento del accidente.

Se trataba de una ciudad modelo para los soviéticos en la que sus habitantes gozaban de una envidiada calidad de vida. Y es que Pripyat contaba con centro cultural, hotel, supermercado, piscina y gimnasio, escuela de arte, biblioteca, cine, sala de conciertos, hospital, colegios, entre otros tantos servicios.

Para entrar en Pripyat cruzamos el “puente de la muerte”, llamado así porque todos los ciudadanos que se acercaron a él para ver la explosión de la central, murieron por la letal exposición a la radiación. Ina nos contó que durante las primeras horas después del accidente, el secretismo hizo que la ciudad no fuera evacuada hasta 60 horas después. Se les dijo que se fueran con lo puesto, pues pronto volverían a sus hogares. Quizás eso explique otra de las cosas que me causó curiosidad, que todo este colocado tan “escenográficamente”, como si el pueblo hubiese sido abandonado en un abrir y cerrar de ojos.

Pripyat es ahora una ciudad apocalíptica. Sus calles están escondidas bajo frondosos bosques y por encima de los árboles sobresalen los ruinosos edificios, coronados por la hoz y el martillo. Ina nos colocó un perfume de vainilla que según ella, nos protegería de los mosquitos, aunque igual terminamos llenos de picaduras.

Visitamos el supermercado, el teatro, el gimnasio y la piscina olímpica, el estadio y dos de los colegios que había en la ciudad. Mirando más detalladamente, me resultó curioso que los árboles, contrario a lo que aseguraba Ina, se veían jóvenes, por lo que me atrevería a decir crecieron normalmente después de la catástrofe.

Hasta que llegamos al parque de atracciones de Pripyat, quizás el lugar más emblemático y fotografiado. Aquí se encuentra la mítica noria, la que nunca llegó a ser utilizada, ya que iba a ser inaugurada para los festejos del 1° de mayo, días después de que ocurriera el accidente. Cabe destacar que éste es uno de los puntos más contaminados de la ciudad.

Más tarde, caminamos hasta el puerto, donde un café en ruinas asomaba entre los árboles. Unas máquinas expendedoras de agua daban cuenta de los avances que llegó a ostentar la ciudad. Para finalizar el circuito recorrimos el hospital que desolado, infundía una imagen aún más tétrica.

De regreso en la van, volví a preguntarme cómo la ciudad fue construida a tan pocos kilómetros de la central, justo en la línea en que soplan los vientos provenientes desde el sur. Como si nadie hubiera previsto la posibilidad de un accidente y la posterior nube de elementos radioactivos dirigiéndose hacia ella para cubrirla por completo.

En fin, son muchos los misterios que rondan al desastre de Chernobyl, interrogantes que se mantendrán por cientos de años, quizás los mismos que tarde en disiparse la radioactividad de la tierra contaminada.

Tras visitar Chernobyl solo puedo decir que fue una fantástica experiencia, que hoy espero haber compartido con ustedes de la forma más fidedigna posible. Y es que pese a que visitarla en la actualidad en el marco de un recorrido turístico, pueda conducir a más mitos que verdades, la historia es historia al fin. Una historia que me tocó ver por las noticias cuando tenía tan solo 7 años y que hoy, pude experimentar en directo.

Al finalizar el tour, tuvimos que pasar por una especie de escáner que mide la cantidad de radiación en el cuerpo. Ina nos advirtió que si la ropa presentaba signos de contaminación, había que sacársela y dejarla ahí, y regresar a Kiev pilucho. La arcaica maquinita prendió su luz verde antes de levantar un torniquete que permite la salida. ¡Menos mal!

Vive una experiencia única con esta excursión de dos días a Chernobyl y Pripyat.

 MAPA

 CLIMA

El clima varía dependiendo de las estaciones del año, por lo que te recomiendo planear tu visita a Chernobyl dependiendo de tus preferencias.

En primavera todo florece y todavía no hay hojas en los árboles que cubran los edificios de Pripyat, por lo que es un muy buen momento para hacer fotos. Durante el verano, la zona de exclusión de Chernobyl se torna verde y Pripyat se convierte en una ciudad “escondida en la selva”, lo que es la mejor manera de ver cómo la naturaleza ha retomado su lugar tras la partida de los humanos. En otoño, la zona de Chernobyl es más bien melancólica, las hojas que caen alrededor de las fachadas de las casas de Pripyat otorgan un ambiente especial y misterioso. Y durante el invierno se puede ver el abandono de las ciudades y pueblos de la zona de Chernobyl, así como ver animales salvajes tales como lobos y jabalíes.

 ¿CUÁNTOS DÍAS ESTAR?

Si bien la mayoría de los tours duran un día, en el que se alcanza a conocer Chernobyl, el radar Duga 3, la central y el sarcófago, y Pripyat; existen agencias que ofrecen tours por dos o más días, en los que se muestran lugares que permanecen ocultos para la mayoría de los turistas, se puede conocer a la gente local, además de sumergirse en la atmósfera de Chernobyl.

El alojamiento es en un hotel en Chernobyl, donde cada habitación está equipada con agua caliente, calefacción, refrigerador, TV, wifi y baño.

 CONSEJOS

  • Es obligatorio llevar pasaporte válido en todo momento.
  • Es recomendable ir con pantalones largos (no shorts), camisa o polera de manga larga, chaqueta, y zapatos cómodos y cerrados (no sandalias).
  • Durante la visita no se puede fumar, comer y beber en los espacios abiertos. Tampoco está permitido sentarse en el suelo, así como poner tus pertenencias en el suelo. No se permite comer cualquier baya, beber agua de fuentes abiertas tales como pozos, etc; ni tampoco tocar la vegetación (arbustos, árboles) y objetos en el suelo.
  • Reserva el tour con anticipación, ya que la demanda hace que los cupos que ofrecen las distintas agencias se agoten rápidamente. De preferencia, reserva con una semana o más de anticipación.

3 COMENTARIOS

  1. Qué buen relato! Me transportó a Chernobyl 😀 No sé si me atrevería a visitar ese lugar, qué valiente.. Súper interesante todo, misterioso, un poco tétrico.. Gracias por compartir!

    • Gracias Caro. Eso es lo que intento, que puedan transportarse a los lugares y animarse a conocerlos… y cierto, Chernobyl es un destino bien tétrico, pero me siento un privilegiado de haberlo podido conocer y contarles lo que sentí estando allí. Saludos!

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